miércoles, 5 de octubre de 2011

OMAR CASTILLO (MEDELLÍN,COLOMBIA,1958)



De Romance de la ciudad

I

Mis sueños hacen impacto,
m i s s u e ñ o s, hacen im pac to,
mi ssueño s, hac en, impacto,
y no todo lo que brilla se hace realidad
sobre una valla que arenga la costumbre,
como tampoco es verdad que no hay
nada nuevo bajo una lámpara o el sol,
ave
avería
aveherida
en la superficie lineal del eco,
en la protuberancia de su hocico,
porque del dicho al hecho
en la promiscuidad del habla
herida y salada, salada y servida,
participa la imprecisión de la palabra
precisa para nombrar el acontecimiento
de la palabra que en una acepción
versión es y otras,
tantas como las veces que un botón
c r u z a e l o j a l
abotona una camisa comunitaria,
que es igual a como el viento
labra una roca o el agua agu aa gu a
produce vacíos en una piedra
engarzada al río,
como una letra al abecedario,
o de un cometa la estela,
o lo que arrastra un torbellino
y espectra al desierto como sobre una página
al paso de cada una de sus síl aba s
como raíces de agua que se desprenden
del universo del habla
al universo de la escritura,
hendidura,
r a í c e s comosi

mis sueños en el habla hicieran impacto
y en la escritura hicieran pacto,
candente imprecisión o lava
que en cualquier presente
se compacta asumiendo la forma
de lo por ella abrasado

r a í c e s como si

narraciones calcinadas,
ceniza montones de palabras,
gestos que en su dicción
corresponden más con el abismo
que se desploma en sí mismo como respuesta,
que con el silencio que siempre será
magma, caldo de origen,
soñeus en el habla

r í o q u e s u e n a
encarnando la elíptica del eco
no sumiso, no entregado a la costumbre,
tampoco inclinado a las especulaciones
del prístino origen o lo que es igual,
el eslogan de moda que rige el habla
y las maneras de ser en las cuadrículas,
únicamente engrosando las filas del salario
como muñones estampados para el por ve nir,
criaturas hospedadas en las vallas
consumiendo el eslogan de sus días y noches



XIII

Nos familiarizamos para aprender a caminar
con una piedra en el zapato,
y sin ella, la costumbre se nos hace intransitable;
La infancia se resuelve en el lugar donde
suceden los años finales de su dueño;
¿Cuántos muertos aguardan a la entrada de
mi casa?
Por los huecos de sus bocas, nítidos orfebres
hacen que suene la flauta;
Las lenguas “muertas” son la sustancia que
nutre las palabras en el romance de hoy;
Sucede el estallido, la flor impredecible que
recoge y fragmenta,
¿cuántos aún recitan de memoria el abecedario?

Contra ese cromo repetido que es lo doméstico
la palabra puede hacer viva la realidad;
No más agua, dice el mensajero mientras
evoca sus otras jornadas,
y extiende el brazo empuñando un arma de fuego;
Quienes obedecen la costumbre, reciben los
beneficios de la costumbre;

Silencio, silencio, agua para lavar los huesos,
la memoria,
sentada, parecida al busto que exhibe la cabeza
rota de un hachazo, alicia la galletera,
alicia la galletera, en su puesto de venta,
la cara toda pintarrajeada, se comporta;
Que llueva que llueva alicia la galletera viene
en la memoria,
entonces, ¿quién pondrá a salvo nuestras
caparazones?
¿el hueso al ser lavado nos indicará una señal?

Cae el olvido que es una tarde mañosa y en
este romance,
sólo hablan y hablan de cómo conseguir trabajo;
Que llueva que llueva alicia la galletera viene
en la memoria,
con mayor salario, más seguridad social y un
mayor chorrito de vida;
Mientras otros cuentan en sus dedos la música
que resta después de la explosión
de una granada de fragmentación



XVIII

Uno se vuelve piedra y se pasa toda la existencia
construyendo un blanco,
o, siendo el blanco en un montón de piedras,
entonces empieza el paraíso;
Cada sílaba edifica esa complejidad que se apila,
esa mano de impulso contundente que revierte
su impacto y contiene
el irrecusable destino de una herida o cicatriz;
Mal haya el habla o tan siquiera el murmullo
de la queja o sus alrededores;
¿Uno está lleno de silencio en la piedra?
Lo cierto es un lugar común y anfibio,
empero, sólo se lo enumera o describe en las
heces o en la descendencia,
igual en lo sólido cuando el sol invierte sus
excrecencias;
Descendientes ¿las piedras guardan nuestra
memoria?

Una cabrita ética pelética peluda tuvo tres hijitos
éticos peléticos peludos, verdad que sí, verdad
que no;

No se imprime en el mismo sitio dos veces la
huella;
En ocasiones la piedra se hace polvo sin contener
su impacto o destino, antaño;
No siempre los cabos están atados o sueltos
como es usual, como es normal;
Un arrume acosa, un arrume que recuenta y
parece que no cesa, un arrume;

Es verdad que tú te quieres salir de aquí


( de Obra poética 2011-1980)

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